La gastronomía mexicana es infinita en sabores, olores, colores y originalidad; si bien cada rincón de nuestro país cuenta con sus propias recetas y tradiciones culinarias hablar de todas ellas nos llevaría años, por ello elegimos contarles la historia de tres platillos que nos representan en está temporada de fiestas patrias.
Comencemos con el pozole, palabra del náhuatl "pozolli" que significa espuma, ya que los granos de maíz blancos con los que se prepara al hervirlos se abren como flor y forman una espuma.
El pozole es un platillo de origen azteca que se preparaba en ocasiones ceremoniales para las clases sociales más altas de la época; en esos días llevaba un ingrediente especial, carne humana, proveniente de guerreros que eran sacrificados como ofrendas. Actualmente se prepara con carne de puerco o pollo y según la región puede ser verde como en Guerrero, blanco como en el centro del país y rojo como en Jalisco, estos haciendo alusión a los colores de la bandera.
Seguimos con los deliciosos chiles en nogada, los cuales se saben datan del año 1821, la historia cuenta que sus creadoras fueron las monjas agustinas del Convento de Santa Mónica en Puebla, a quienes se le encargó un banquete para Don Agustín de Iturbe quien estaría en esa ciudad para celebrar su santo. Las religiosas decidieron elaborar un platillo recordando los colores de la bandera del Ejército Trigarante: verde, blanco y rojo. Se dice que Iturbide contempló las exquisiteces que cocinaron sin probar bocado por miedo al ser envenenado por sus enemigos, sin embargo cuando los chiles en nogada hicieron su aparición sobre la mesa no pudo resistirse y los saboreó con gusto.
Para dar vida a este platillo se necesitan 25 ingredientes, entre los que destacan: el chile poblano relleno de un guisado de picadillo y frutas, la nogada con la que se elabora una crema blanca y dulce, la granada y el perejil.
Finalmente tenemos el mole, un platillo que al nombrarlo nos remonta a las grandes fiestas. Existen varias historias de su creación, la primera de ellas se remonta a la época prehispánica en donde dicen se preparaba algo parecido con chile y cacao llamado “mulli”, cuyo significado es potaje o mezcla, pero las versiones más conocidas de su creación provienen de la ciudad de Puebla, en donde dos congregaciones religiosas pelean el legado.
La primera es del Convento de Santa Clara, en donde se cuenta las monjas vivían en voto de silencio, un día comenzaron a percibir un aroma especial que salía de la cocina en donde se estaban moliendo diferentes chiles y condimentos en el petate, las monjas al percibir el cautivante olor dejaron sus actividades persiguiéndolo, al llegar la madre superiora rompiendo el voto de silencio exclamó: ¡hermana, que bien mole!, sustituyendo la palabra muele, naciendo así el nombre del platillo.
La otra versión proviene del Convento de Santa Rosa, en donde su principal cocinero Fray Pascual, preparaba una comilona para la visita de Juan de Palafox, entonces virrey de la Nueva España; era tanto su nerviosismo por complacer al virrey y su gente que al estar preparando los platillos tropezó y todos los ingredientes cayeron justo en la cazuela donde estaban los guajolotes casi listos, el monje pensó todo se había echado a perder, sin embargo ya no había tiempo y sirvió así el platillo, comenzó a rezar y cual fue su sorpresa que todos los comensales elogiaron el rico accidente.
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